Di-vagues

Durante el transcurso de los últimos diez años sólo dos cosas me ocurrieron. Una mujer me miró fijo a los ojos. Se acercó, me tomó de la mano y me invitó a salirme un ratito de las trivialidades. La pasamos muy bien durante un tiempo. Luego siguió su camino besándome en la frente a manera de despedida. Es lo único que recuerdo de mis últimos diez años. Eso y los cincuenta movimientos de una partida de ajedrez en la que me dieron mate luego de coronar dama. Dadas las características de esa curiosa posición, debí haber transformado mi peón en caballo para ganar. Pero que tentadora lucía esa dama fuera del tablero...

Los distraídos tenemos ventajas:

1) No hace falta que saludemos a
un sujeto indeseable que nos encontramos casualmente por la
calle.
2) Nadie nos exije muestras de cortesía y caballerosidad.
3) El coraje y la cobardía nos son ajenos.
4) El éxito y el fracaso nos pasan por al lado, rozándonos apenas.
5) La infidelidad puede ser justificada como un simple descuido.
6) Las risas de los demás no hacen más que tornar simpática nuestras distracciones, incluso las más graves.
7) Nadie espera comentarios críticos de nuestra parte cuando salimos de un cine.
8) Si leemos un libro, todos suponen que nuestra lectura fue lánguida y no nos piden
análisis de rigor sobre los mismos.

Algunos nos consideran inútiles inoperantes, otros nos creen soñadores que viven siempre a cinco centímetros del suelo como mínimo. Ambos se equivocan. Simplemente somos profundamente distraídos.

Facundo C. Frenquelli
(escritor finlandés, contemporáneo)